lunes, 7 de octubre de 2013

A estas horas siempre me siento culpable, la mente en el blanco de la pared sigue estando muda.  Dando las vueltas de siempre, tengo hambre, pienso en balde.

Vale que a estas horas la música tenga base lenta, suave, melódica; Y que un drogadicto escupa su ira con dulzura para camelar otras mentes confusas. Música que recuerda sentimientos, sin nombres sin culpas, con miedos. Sigo dando vueltas, pero no me muevo.
Oigo hablar de mujeres drogas y egos, siempre egos, voces que danzan entre cajas demostrando desasosiego. No suena especialmente bien, pero tienen duende, eso que pocos músicos tienen y que todos buscan, transmiten. Y es que cualquiera puede hacer música, cualquiera puede hacer que suene, y que retumbe bien fuerte. Lo difícil es hacer que escueza, que el imán de los cascos sangre con cada silaba muerta, con la sangre seca  del que ya lo sangró en un folio.

Cuando no sabes si sangras por empatía o por saberse removido desde lo profundo de tu subconsciente, sabes que has encontrado la música.


Y en el fondo no sé qué tienen, porque me suena mal.

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